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miércoles, 11 de abril de 2012

SALUD MENTAL



Salud mental, crisis social y conflicto
Omaira Arbeláez Echeverri,
Periodista - elpulso@elhospital.org.co
Sólo en el Elogio de la Locura de Erasmo de Rotterdam, la enfermedad mental tiene carácter lúcido, creativo y hasta heroico. En una casa, el loco es un paciente tan digno de amor como sus familiares, mientras que en un país las patologías mentales marcan el grado de progreso o de decadencia social. Tres connotados psiquiatras internacionales que visitaron recientemente Medellín, analizaron para El Pulso la violencia y el conflicto interno, dos determinantes del deterioro de la salud mental en nuestro país, señalaron dolencias mentales propias del mundo actual y propusieron ampliar el horizonte de esta rama de la medicina.
En el Estudio Nacional de Salud Mental realizado por el Ministerio de la Protección Social en 2003, se caracteriza a Colombia como una sociedad en postconflicto. Veamos el enfoque sico-social del profesor Antonio Bulbena, profesor de Psiquiatría en la Universidad de Barcelona (España): “Lo que uno contempla cuando llega aquí es que existe el conflicto, se percibe sobre todo en las llamadas medidas de seguridad, hay muchos controles y por tanto el conflicto se detecta como aquello que pone en riesgo nuestra vida, nuestra intimidad. Pero si usted fuera a Estados Unidos en un avión, vería que allí también se respira conflicto, y si encima llevara un turbante, aún vería más conflicto; por tanto, no me parece justo decir que Colombia es una sociedad post-conflicto: lo que aquí se detecta es que se convive un poco más con elementos de riesgo para la vida, para la salud, con intereses de grupos a veces ajenos, con experiencias muy contagiosas de miedos. El miedo es muy contagioso, es una herramienta que los grupos terroristas utilizan y a veces no nos damos cuenta, y manejar el miedo que viene de dentro es propio de todas las sociedades. Aquí en realidad no creo que haya un antes ni un después: hay una evolución y espero sea favorable, hacia un conflicto simbólico, que uno no tenga en riesgo su piel, que no le corten una mano o una oreja, que no sea secuestrado. La sociedad colombiana ha tenido que convivir con estos elementos de amenaza, pero ha avanzado más que otras porque está haciendo más gimnasia en ese sentido; el objetivo no es eliminar radicalmente el conflicto, sino ser capaces de superarlo, como corresponde en nuestro momento evolutivo como primates superiores, aunque a veces parece que seamos menos superiores de lo que somos”.
“La psiquiatría solo tiene una razón de existir: la gente que sufre en la comunidad; si no sufre, no necesitamos hospitales, universidades, ni departamentos psiquiátricos”.
Psiquiatra Germán Berríos.
Mauricio Sierra, psiquiatra doctorado en psicopatología de la Universidad de Cambridge, analiza así estas disfunciones: ”Yo no creo que Colombia sea una sociedad en post-conflicto; los estados de guerra, las situaciones dramáticas en la niñez como el abuso sexual, emocional o físico, son campos ricos para la producción de psicopatologías, y desde esa perspectiva, si lo que se llama sociedad post-conflicto es que la fuente de estas situaciones post-traumáticas ha disminuido, yo no creo. Sigue siendo muy prevalente, primero, la desigualdad social, que contribuye a muchas formas de violencia, y mientras sigan los problemas sociales que caracterizan a nuestra sociedad, no veo cómo se puede hablar de una sociedad post-conflicto”.
Vencer el estigmaVencer el estigma fue el tema del XLV Congreso Colombiano de Psiquiatría cumplido en noviembre pasado en Medellín. La palabra “estigma” proviene de un verbo griego que significa horadar; a fines de la edad media era la marca pública puesta a un criminal: un buen ejemplo en lo social está en La Letra Escarlata, novela de Nathaniel Hawthorne, donde una sociedad hipócrita y puritana señala de por vida a una mujer por un desliz extra-matrimonial. El texto de bienvenida al Congreso expresaba: “El estigma de la enfermedad mental contribuye a discriminar a las personas, a no reconocer sus derechos, a disminuir su participación social y sus posibilidades laborales”. Por algo la sabiduría popular dice que los locos pobres son encerrados en el manicomio, mientras que los locos ricos son tratados en clínicas de reposo. El siquiatra peruano Germán Berríos, catedrático de la Universidad de Cambridge, propone un enfoque interdisciplinario del estigma: “Antes de preocuparnos de vencer el estigma, hay que definirlo y entender los linderos que llevan a la estigmatización en sociedades como la nuestra, oprimidas y sojuzgadas, con grandes problemas de lucha de clases; los niveles de estigmatización son múltiples: en ese contexto donde el pobre, la mujer, y el hombre de color son estigmatizados con más frecuencia, la estigmatización del enfermo mental casi palidece en insignificancia.
Es esencial contextualizar el estigma, ponerlo de regreso en donde debe estar siempre, que es en la dinámica social, y allí se lo ve del tamaño que es; no hay que rasgarse las vestiduras respecto del estigma. Debemos saber si realmente es la enfermedad mental la que se estigmatiza o es parte de un problema más amplio; y sin involucrar sociólogos, antropólogos, geógrafos y otros profesionales, es casi imposible entenderlo y manejarlo”.
El doctor catalán Antonio Bulbena, es experto en el manejo de la ansiedad. Frente al estigma, propone “aplicar dos estrategias: la reducción de ese miedo atávico que todos tenemos a lo imperfecto, a lo inusual, a lo extraño y a la casi muerte, y promover contenidos educativos de información, de contacto y de reconocimiento. Esto nos permitirá comprender con nuestras herramientas mentales, lo que encierra este fenómeno que en esencia somos nosotros mismos”.
“Lo que uno contempla cuando llega a Colombia es que existe el conflicto, se percibe sobre todo en las llamadas medidas de seguridad, hay muchos controles. Pero si usted fuera a Estados Unidos en un avión, vería que allí también se respira conflicto”.
Psiquiatra Antonio Bulbena.
Enfermedades modernasUbicar la psiquiatría como disciplina social que trasciende el ámbito neurobiológico es tan importante como aplicar al loco un diagnóstico y un tratamiento más allá de una camisa de fuerza y unos choques eléctricos. Este replanteamiento de la psiquiatría es una de las tesis que trabaja el doctor Germán Berríos, uno de los más acreditados psiquiatras del mundo. Especializado en neuropsiquiatría, su estímulo es el sufrimiento humano y esto dice: “He trabajado en la historia de la psiquiatría tratando de explicar por qué hemos llegado al estado presente de cosas. La psiquiatría solo tiene una razón de existir: la gente que sufre en la comunidad; si no sufre, no necesitamos hospitales, universidades, ni departamentos psiquiátricos. Hay gente que sufre, no sabemos por qué, y hay varias opciones: lo más fácil es decir que tiene una enfermedad cerebral, los jugos cerebrales se le han malogrado, tiene un tumor o un problema genético. Necesitamos articular teorías múltiples que nos permitan en cada caso, no en grupos grandes, saber cuál es el problema de ese ser, y ese es el desafío de la psiquiatría; no es tener más aparatos de neuroimagen, ni más laboratorios: es ver si lo que hemos heredado de los últimos 150 años y seguimos usando, sigue siendo de utilidad.
La psiquiatría no se puede ejercer en un hospital o en una clínica separada de la sociedad, pues aparte de ser una ciencia neurobiológica, es una disciplina social”. Germán Berríos amplía las fronteras de la psiquiatría actual; en tal sentido, ahonda en el concepto de psicogénesis, situación de ciertos trastornos mentales causados no siempre por cambios en el cerebro, sino por cambios de significado lingüísticos o simbólicos del individuo. Igualmente, trabaja con la técnica de neuroenlace (evaluación y tratamiento psiquiátrico de enfermos neurológicos) y con el concepto de co-morbilidad (enfermedades mentales que ocurren simultáneamente). Como un hecho valioso, el Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Antioquia creó la “Cátedra Internacional de Psicopatología y Clínica Psiquiátrica profesor Germán Berríos”, como reconocimiento a la obra del científico, quien fue además el mentor de muchos psiquiatras latinoamericanos, españoles y colombianos.
El doctor Bulbena, con su dedicación especial al estudio de la ansiedad, penetró en un recinto tan poco frecuentado del mundo psiquiátrico como los “Efectos mentales de los alimentos”, y plantea: “¿Es igual comer lo dulce que salado? ¿Es igual comer chocolate que pan? De eso sabemos poco”. Un trabajo desarrollado durante 15 años le permitió descubrir que las personas con ataques de ansiedad, miedos y fobia social intensos, tienen una característica física que no se conocía: un colágeno más flexible, más elástico. Bulbena encontró que eventualmente un cromosoma de cada 15 alberga predisposiciones a ambos trastornos; al respecto anota: “Examinamos si las personas que padecen ansiedad tenían más esta hiperlaxitud articular; en una población rural estudiamos un grupo de personas durante 15 años y los que tenían el problema del colágeno desarrollaron 20 veces más ansiedad, que los que no tenían ese factor predisponente”.
Hombres vs. robotsEl antes citado psiquiatra antioqueño Mauricio Sierra profundizó por su parte en el estudio de los trastornos disociativos, definidos básicamente como alteraciones de la conciencia. Uno de ellos es el llamado trastorno de identidad disociativa, antes denominado trastorno de personalidad múltiple, el de personas que tienen diferentes estados, cada uno independiente del otro. Su investigación se centra en el trastorno de despersonalización, que define así: “Primero que todo, es muy difícil describir para la persona qué es lo que siente, los pacientes sienten que no son reales; uno te puede decir: yo estoy hablando con usted doctor, pero yo siento que no estoy aquí , yo siento que no soy real, a veces me tengo que tocar para asegurarme de que existo”, es algo angustiante; o te dicen: “yo estoy hablando aquí con usted pero siento que soy simplemente un cuerpo moviendo una boca, una lengua y emitiendo sonidos, pero yo no tengo conciencia de estar conversando con usted, porque yo siento que no estoy aquí. Lo más llamativo es que la persona no está psicótica o loca: uno podría tener una conversación muy inteligente durantes horas con ella; si la persona no le dice a uno qué es lo que esta sintiendo, uno no notaría absolutamente nada anómalo. Es una fuente de sufrimiento para una persona, porque es un paciente que nadie lo diagnostica, que puede ir a su trabajo y llevar casi como un secreto esta sensación de estar como drogado. Mucha gente dice, yo siento como si estuviera bajo los efectos del LSD u hongos, es una experiencia rarísima, no es solamente el cuerpo, yo lo estoy viendo a usted al frente o el mundo alrededor, y parece un sueño, no es real, usted está ahí sentado pero parece como una figura de cartón”.
“Yo no creo que Colombia sea una sociedad en post-conflicto; los estados de guerra, las situaciones dramáticas en la niñez, son campos ricos para la producción de psicopatologías. Sigue siendo muy prevalente la desigualdad social que contribuye a muchas formas de violencia, y mientras sigan los problemas sociales, no veo cómo hablar de una sociedad post-conflicto”.
Psiquiatra Mauricio Sierra.
Después de 12 años de búsqueda, el doctor Mauricio Sierra concluyó: “Algo que descubrimos es que uno entiende las emociones sólo como sentirse triste o alegre o tener rabia, pero hay otras formas de emociones que tienen que ver más con un cierto colorido emocional de las cosas; es decir, cuando yo veo tu cara por ejemplo, además de yo saber que estoy hablando con una mujer, pienso, por ejemplo, tú me caes bien, me pareces una persona muy agradable. Ese colorido emocional existe presente frente a todo: al ver un paisaje, me siento conmovido viéndolo, o escuchando la música; en este trastorno hay una alteración del cerebro, en la cual esas emociones que son más sutiles, se pierden, y la persona empieza a funcionar como un robot”.
Las investigaciones del doctor Sierra y su equipo permitieron descubrir que este trastorno es más frecuente en países no desarrollados: ”Parece que tiene relación con la cultura; hay culturas más individualistas que otras; en culturas individualistas como la anglosajona, el individuo se experimenta a sí mismo como entidad aislada: yo soy fulanito, tengo mis atributos y soy así esté donde estuviere. En culturas más colectivistas como la nuestra por ejemplo, el Otro tiene un papel muy importante: yo me defino frente al Otro, me comporto de maneras diferentes dependiendo de con quien esté hablando; hay un interés muy grande en agradar a otra persona, en que ella diga qué persona tan simpática, tan agradable. Lo que ocurre es que la gran mayoría de países individualistas son desarrollados; hay excepciones como Japón, un país muy desarrollado pero muy colectivista, y que curiosamente tiene menos prevalencia de despersonalización que EU”.
Reflexiones cómo éstas deberían servirnos para corregir el largo rumbo recorrido en materia de salud mental. Aquí y allá la mente sana no podrá existir más que en un cuerpo social sano, parafraseando el proverbio latino. Y siempre, la salud irá hasta donde la política le dé la mano; al fin y al cabo, como decía el 

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