El Ministerio de Justicia tiene constancia documental de la muerte de 4.440 españoles en diversos campos de concentración nazis, 95 de ellos ciudarrealeños.
Estos "Avisos oficiales de decesos de españoles fallecidos en los Campos de concentración de la Alemania Nazi" fueron expedidos en Francia por la Dirección de lo Contencioso del Estado Civil e Investigaciones del Ministerio de Excombatientes y Víctimas de Guerra.
Según el Ministerio, parece ser que las autoridades francesas remitieron a España estos documentos a finales de los años 50 y que todas las fichas se encuadernaron, en diez tomos, a finales de los años 60.
No obstante, parece seguro que los fallecidos españoles en los campos nazis fueron muchos más, ya que, según explican familiares de algunos de los fallecidos, los archivos fueron parcialmente destruidos al huir los responsables de aquéllos.
Todos los fallecidos eran o bien militares o milicianos o trabajadores partidarios de la II República que se refugiaron en Francia tras la guerra civil.
Allí corrieron distinta suerte, aunque prácticamente todos pasaron inicialmente por los campos de concentración en el sur de Francia, creados por el Gobierno galo para contener la “avalancha”.
Quienes permanecieron en ellos fueron deportados a los campos nazis cuando Hitler invadió Francia. Para entonces, otros ya se habían integrado en el país vecino y no fueron pocos los que se alistaron en el ejército francés.
Para la práctica totalidad de los deportados su destino fue el complejo de campos creado en torno a Mauthausen, en Austria (cerca de Linz), y muy especialmente los campos de Gusen (I, II y III), que en un principio dependían de aquél.
Los presos trabajaban en las canteras de Gusen en las más duras condiciones imaginables, lo que unido a las palizas y la tortura, la pésima alimentación, el frío y la nula higiene no tardaba en provocar la muerte de los más débiles.
Pero en Gusen, como en todos los campos nazis, también había crematorios y se gaseaba a los presos.
Además, Gusen I se hizo tristemente famoso por las prácticas de algunos supuestos doctores, alguno de los cuales convertía cabezas humanas en pisapapeles. El doctor Krebsbach, por su parte, asesinaba a presos inyectándoles bencina directamente en el corazón.
Estos "Avisos oficiales de decesos de españoles fallecidos en los Campos de concentración de la Alemania Nazi" fueron expedidos en Francia por la Dirección de lo Contencioso del Estado Civil e Investigaciones del Ministerio de Excombatientes y Víctimas de Guerra.
Según el Ministerio, parece ser que las autoridades francesas remitieron a España estos documentos a finales de los años 50 y que todas las fichas se encuadernaron, en diez tomos, a finales de los años 60.
No obstante, parece seguro que los fallecidos españoles en los campos nazis fueron muchos más, ya que, según explican familiares de algunos de los fallecidos, los archivos fueron parcialmente destruidos al huir los responsables de aquéllos.
Todos los fallecidos eran o bien militares o milicianos o trabajadores partidarios de la II República que se refugiaron en Francia tras la guerra civil.
Allí corrieron distinta suerte, aunque prácticamente todos pasaron inicialmente por los campos de concentración en el sur de Francia, creados por el Gobierno galo para contener la “avalancha”.
Quienes permanecieron en ellos fueron deportados a los campos nazis cuando Hitler invadió Francia. Para entonces, otros ya se habían integrado en el país vecino y no fueron pocos los que se alistaron en el ejército francés.
Para la práctica totalidad de los deportados su destino fue el complejo de campos creado en torno a Mauthausen, en Austria (cerca de Linz), y muy especialmente los campos de Gusen (I, II y III), que en un principio dependían de aquél.
Los presos trabajaban en las canteras de Gusen en las más duras condiciones imaginables, lo que unido a las palizas y la tortura, la pésima alimentación, el frío y la nula higiene no tardaba en provocar la muerte de los más débiles.
Pero en Gusen, como en todos los campos nazis, también había crematorios y se gaseaba a los presos.
Además, Gusen I se hizo tristemente famoso por las prácticas de algunos supuestos doctores, alguno de los cuales convertía cabezas humanas en pisapapeles. El doctor Krebsbach, por su parte, asesinaba a presos inyectándoles bencina directamente en el corazón.
Ciudarrealeños
Ciñéndonos a los datos del Ministerio de Justicia, los 95 ciudarrealeños fallecidos en los campos nazis habían nacido en 40 pueblos de la provincia.
El grupo más numeroso es el de valdepeñeros, con 11, seguidos de los 9 de Alcázar y los 8 de Ciudad Real. De Almodóvar eran 5 y figuran 4 de Manzanares, Villahermosa y Argamasilla de Calatrava.
La primera muerte de la que se tiene constancia es la de Andrés Sánchez Marín, de Valdepeñas, el 16 de diciembre de 1940, en Mauthausen, muy pronto teniendo en cuenta que las deportaciones desde Francia comenzaron en agosto de ese año. Tenía 27 años.
La última muerte documentada es la de Pedro Gómez Molina, de Socuéllamos, el 22 de junio de 1944. También murió en Mauthausen, con 33 años.
La mayoría de los presos ciudarrealeños no llegaban a los 30 años cuando murieron. El más joven es Manuel Barón González, de La Solana, que no llegaba a los 22. El de más edad es Rogelio Vela, de Alcázar, que tenía 50 años.
Los valdepeñeros José y Cecilio Caravantes Pérez, posiblemente hermanos, murieron en Gusen en febrero y noviembre de 1942, tenían 26 y 31 años, respectivamente.
Según el registro del Ministerio de Justicia, fueron 459 los castellano-manchegos muertos en los campos nazis, aproximadamente la décima parte de todos los españoles.
Ciñéndonos a los datos del Ministerio de Justicia, los 95 ciudarrealeños fallecidos en los campos nazis habían nacido en 40 pueblos de la provincia.
El grupo más numeroso es el de valdepeñeros, con 11, seguidos de los 9 de Alcázar y los 8 de Ciudad Real. De Almodóvar eran 5 y figuran 4 de Manzanares, Villahermosa y Argamasilla de Calatrava.
La primera muerte de la que se tiene constancia es la de Andrés Sánchez Marín, de Valdepeñas, el 16 de diciembre de 1940, en Mauthausen, muy pronto teniendo en cuenta que las deportaciones desde Francia comenzaron en agosto de ese año. Tenía 27 años.
La última muerte documentada es la de Pedro Gómez Molina, de Socuéllamos, el 22 de junio de 1944. También murió en Mauthausen, con 33 años.
La mayoría de los presos ciudarrealeños no llegaban a los 30 años cuando murieron. El más joven es Manuel Barón González, de La Solana, que no llegaba a los 22. El de más edad es Rogelio Vela, de Alcázar, que tenía 50 años.
Los valdepeñeros José y Cecilio Caravantes Pérez, posiblemente hermanos, murieron en Gusen en febrero y noviembre de 1942, tenían 26 y 31 años, respectivamente.
Según el registro del Ministerio de Justicia, fueron 459 los castellano-manchegos muertos en los campos nazis, aproximadamente la décima parte de todos los españoles.
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