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Antes de ahora a los trabajos más expuestos y de mayor fatiga se destinaban los forzados, sentenciados por sus graves delitos a los metales, con cuyo motivo se relevaban muchos de los mineros libres de muy peligrosas enfermedades. Y se les trataba en sus destinos con el rigor que correspondía al desgarro de sus excesos, tanto que, además de hacerles cumplir exactamente con las más arriesgadas operaciones de estas minas, eran conducidos desde sus cárceles, ya de la antigua, ya de la nueva, a sus respectivos destinos por unos bovedones subterráneos, sin llegar jamás a ver la superficie.
Pero por diferentes malos hechos a que les brindaba la lobreguez y soledad de las minas, y especialmente el incendio que dejo dicho en los años 1755 que se atribuyó a su depravada conducta, se acordó re
tirarlos de lo interior de estos trabajos y hacerles seguir algunos de la superficie, discurriendo de más satisfacción para dentro de las minas a los libres que a ellos. Con este motivo, para que no dejasen de experimentar los mineros todo género de mala suerte, tuvieron que ejercitarse, y se ejercitan actualmente, en los más dañosos trabajaderos, donde sacrifican lastimosamente sus saludes, sus vidas y todo género de comodidad.
Quien leyese esta miserable carrera de nuestros mineros juzgará que se entregan a ella estos infelices llevados de algún superior estipendio para tan peligrosas y melancólicas tareas. Pero, aunque era regular que cualquiera medianamente prudente acertase pensando de este modo, es bien al contrario; pues nada más les mueve a abandonar su salud y vida que su misma miseria y necesidad. Miseria; porque los forasteros que concurren a estos trabajos lo hacen por no tener en sus pueblos modo con que pasar su vida y juzgan conveniencia mayor pasarla con desdicha que acabarla con hambre . Y necesidad; porque los naturales, como desde niños no aprendieron otro que este ejercicio, forzosamente deben sufrir el pesado yugo de él, pues se hallan adultos e incapaces de otro oficio.
Catastrofe morboso de las reales minas de Almaden.
Quien leyese esta miserable carrera de nuestros mineros juzgará que se entregan a ella estos infelices llevados de algún superior estipendio para tan peligrosas y melancólicas tareas. Pero, aunque era regular que cualquiera medianamente prudente acertase pensando de este modo, es bien al contrario; pues nada más les mueve a abandonar su salud y vida que su misma miseria y necesidad. Miseria; porque los forasteros que concurren a estos trabajos lo hacen por no tener en sus pueblos modo con que pasar su vida y juzgan conveniencia mayor pasarla con desdicha que acabarla con hambre . Y necesidad; porque los naturales, como desde niños no aprendieron otro que este ejercicio, forzosamente deben sufrir el pesado yugo de él, pues se hallan adultos e incapaces de otro oficio.
Catastrofe morboso de las reales minas de Almaden.
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