I. BREVE HISTORIA DE LAS MINAS DE ALMADÉN
Pese a ser conocidas y explotadas al menos desde la Antigüedad romana
,
las minas de Almadén no alcanzaron su verdadera dimensión histórica hasta la época
moderna, en la que la puesta en marcha de procedimientos metalúrgicos para el
beneficio de los minerales argentíferos empleando mercurio disparó la demanda de
este metal, hasta entonces empleado básicamente en la fabricación de espejos, el
dorado y plateado de objetos diversos, la pintura (bermellón), la cosmética, la medicina y en los experimentos metalúrgicos y alquímicos
.
En este sentido, cuando la Corona se percató de la importancia del azogue
para la obtención de plata en América (especialmente en las minas de Nueva España,
puesto que en Perú se contaba con los ricos yacimientos de mercurio de Huancavélica), procedió a monopolizar su producción y comercialización en Indias (Reales Cé-
dulas de 4 de marzo de 1559 y de 8 de mayo de 1572), constituyendo a partir de
entonces una considerable renta para la Real Hacienda17
. Ello explica también que la
Corona decidiera retomar en 1645 el control directo de las minas de Almadén, tras
más de un siglo de arrendamiento a los particulares (principalmente a la familia de
los Fugger –o Fúcares–, que habían actuado como prestamistas de los monarcas hispanos en muy diversas ocasiones desde comienzos del siglo XVI)
.
Además, el interés del mercurio para la Corona no se va a limitar a las cuantiosas sumas económicas obtenidas directamente por su venta en régimen de monopolio, sino que su abastecimiento a las minas americanas se convirtió en un objetivo
prioritario de la política colonial al repercutir directamente en los ingresos fiscales
relacionados con la plata, metal precioso sujeto a imposición tanto al ser producido
(el codiciado “quinto” real, más tarde rebajado al “décimo”) como al ser amonedado.
Y todo ello sin olvidar el papel de la plata como medio de pago dentro y fuera de las
fronteras del Imperio español, y las importantes cantidades adicionales recaudadas .
En todo caso, pese al interés demostrado entonces por los monarcas hispanos, la gestión estatal del establecimiento no logró evitar que durante la segunda
mitad del siglo XVII se prolongara el estancamiento de la producción de mercurio que
había caracterizado a las minas de Almadén durante los últimos años de su explotación por parte de los Fugger. La situación sólo empezará a cambiar a principios de lacenturia siguiente, iniciándose una corriente expansiva en la extracción del azogue
que, pese a no pocos obstáculos e interrupciones, permitirá superar ampliamente la
producción de épocas anteriores.
Entre los factores que contribuyeron en mayor medida a tal revitalización
de las Reales Minas de Almadén a partir de las primeras décadas del siglo XVIII pueden destacarse los siguientes: el descubrimiento de nuevos criaderos de metal, el uso
de la pólvora en las excavaciones, la llegada algo más fluida de fondos para la explotación del establecimiento y, especialmente, su reorganización administrativa, tanto a
nivel interno (mediante la aprobación de las importantes ordenanzas de 1735) como
externo (a través de la creación de organismos dependientes del Consejo de Indias
con competencia exclusiva en materia de azogues –la Junta de Azogues, en 1708, y la
Superintendencia General de Azogues, en 1717– que pusieron fin a los fraudes en los
quintos reales, a los robos constantes y a la falta de regularidad en el cobro del valor
principal del mercurio).
Gracias a tales transformaciones, el balance de la gestión pública de las
Reales Minas de Almadén habrá mejorado sensiblemente hacia mediados del siglo
XVIII y, pese a que un enorme incendio sufrido en el interior de las minas en 1755
(que se prolongó durante más de dos años) hizo temer por la existencia misma del
establecimiento, la segunda mitad de la centuria va a ser para la villa manchega y sus
minas de mercurio un periodo excepcional, que culminará alcanzándose en el primer
lustro del siglo XIX unas cotas de producción de azogue nunca antes conocidas, a
pesar de la inestabilidad política reinante a nivel internacional durante todo ese
periodo.
Varias son las causas que explican el definitivo “despegue” de las Reales Minas de Almadén durante las décadas finales del siglo XVIII
: por un lado, la Corona
hizo un esfuerzo para dotar al establecimiento de mayores medios económicos, aumentando las consignaciones de fondos para el establecimiento y ampliando la reserva de los bosques para su abastecimiento de madera (materia prima esencial como
combustible para la fundición del metal y para la fortificación de las galerías de las
minas). Por otro lado, se adoptaron prevenciones para proporcionar a Almadén mayores medios humanos, procurando terminar con su secular problema de “falta de
brazos”, que se debía en buena medida a la extrema nocividad del proceso de obtención del azogue
.
En este sentido, en 1752 se instauró en Almadén el Real Hospital de Mineros; en 1778 la Corona compró al duque de Medinaceli la vecina villa de Chillón (con
su anejo de Guadalmez), para su incorporación a Almadén; y, en ese mismo año de
1778 y a instancias del gobernador y superintendente de la villa y sus Reales Minas
Gaspar Soler, se secularizó y anexionó al establecimiento la dehesa de Castilseras,
hasta entonces propiedad de la Orden de Calatrava, con la intención de distribuir
lotes de tierra entre los mineros (que de ese modo podrían ocupar en labores productivas al aire libre las temporadas en que no se desarrollaban trabajos en el interior de
las minas ni en los hornos de fundición, favoreciéndose además una mejora de su
estado de salud respecto de los daños sufridos en los trabajos metalúrgicos o de extracción del mineral).
El trabajo en el interior de las minas no se detenía en las 24 horas del día, turnándose los obreros cada 6
horas. Abundantes son en la bibliografía las referencias a los problemas de salud derivados del trabajo en las
minas de mercurio de Almadén, entre las que podrían destacarse las obras clásicas de José PARÉS Y FRANQUÉS, médico del establecimiento manchego en la segunda mitad del siglo XVIII, y los estudios de Alfredo
MENÉNDEZ NAVARRO, profesor de Historia de la Ciencia de la Facultad de Medicina
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