Tales medidas (que venían a añadirse a las prerrogativas que, desde el
tiempo del arrendamiento de la explotación a los Fugger, habían sido concedidas a los
vecinos de Almadén y sus anejos por parte de la Corona, prebendas entre las que
destacan las exenciones de pagar tributos y de servir en el Ejército) permitieron,
efectivamente, superar la citada “falta de brazos” característica de la historia de las
minas de Almadén desde sus orígenes hasta al menos la década de 1780, llegándose a
contar con una “plétora de brazos” a mediados del siglo XIX: entre 4.000 y 4.500
trabajadores diarios (de ellos, entre 400 y 500 en el Real de Minas de Almadenejos),
sumados los ocupados en los pozos de mineral, en los cercos de destilación, en la
corta y conducción de maderas, los arrieros en la conducción del combustible y el
azogue, etc. El aumento del número de trabajadores posibilitó también la extinción de
la cárcel de forzados existente en las Reales Minas de Almadén desde el tiempo de su
arrendamiento a los Fugger, trasladándose en 1801 el penal a Ceuta
.
Al mismo tiempo que se adoptaban tales medidas para dotar a las Reales
Minas de Almadén de mejores y más abundantes medios económicos y humanos, se
realizó también un esfuerzo en la racionalización de la explotación minera propiamente dicha, afán que formaba parte del programa general de renovación de la minería española puesto en marcha por la Corona en las últimas décadas del siglo XVIII de
la mano de las ideas ilustradas, con la finalidad de perfeccionar las técnicas y aumentar los rendimientos económicos de dicho ramo de la industria. En este sentido, se
contrató en Almadén a especialistas y técnicos centroeuropeos (Köehler, Störr, Hoppensack o Mayer), se creó allí una Academia de Minas (el primer centro de estudios
técnicos superiores del país) con la finalidad de “enseñar a los jóvenes matemáticos,
que se remitirán a estos reinos y los de América, para que se destinen e instruyan en
la teoría y prácticamente en la geometría subterránea y mineralogía” (Real Orden de
14 de julio de 1777), y se dotó de pensiones a alumnos de la misma para que ampliaran sus estudios teóricos y prácticos en el extranjero.
Edificio de la Academia de Minas de Almadén24
Tales medidas (que venían a añadirse a las prerrogativas que, desde el
tiempo del arrendamiento de la explotación a los Fugger, habían sido concedidas a los
vecinos de Almadén y sus anejos por parte de la Corona, prebendas entre las que
destacan las exenciones de pagar tributos y de servir en el Ejército) permitieron,
efectivamente, superar la citada “falta de brazos” característica de la historia de las
minas de Almadén desde sus orígenes hasta al menos la década de 1780, llegándose a
contar con una “plétora de brazos” a mediados del siglo XIX: entre 4.000 y 4.500
trabajadores diarios (de ellos, entre 400 y 500 en el Real de Minas de Almadenejos),
sumados los ocupados en los pozos de mineral, en los cercos de destilación, en la
corta y conducción de maderas, los arrieros en la conducción del combustible y el
azogue, etc. El aumento del número de trabajadores posibilitó también la extinción de
la cárcel de forzados existente en las Reales Minas de Almadén desde el tiempo de su
arrendamiento a los Fugger, trasladándose en 1801 el penal a Ceuta23
.
Al mismo tiempo que se adoptaban tales medidas para dotar a las Reales
Minas de Almadén de mejores y más abundantes medios económicos y humanos, se
realizó también un esfuerzo en la racionalización de la explotación minera propiamente dicha, afán que formaba parte del programa general de renovación de la minería española puesto en marcha por la Corona en las últimas décadas del siglo XVIII de
la mano de las ideas ilustradas, con la finalidad de perfeccionar las técnicas y aumentar los rendimientos económicos de dicho ramo de la industria. En este sentido, se
contrató en Almadén a especialistas y técnicos centroeuropeos (Köehler, Störr, Hoppensack o Mayer), se creó allí una Academia de Minas (el primer centro de estudios
técnicos superiores del país) con la finalidad de “enseñar a los jóvenes matemáticos,
que se remitirán a estos reinos y los de América, para que se destinen e instruyan en
la teoría y prácticamente en la geometría subterránea y mineralogía” (Real Orden de
14 de julio de 1777), y se dotó de pensiones a alumnos de la misma para que ampliaran sus estudios teóricos y prácticos en el extranjero.
Edificio de la Academia de Minas de Almadén24
Sobre la cárcel de forzados de Almadén pueden consultarse HERNÁNDEZ, 2010, y PRIOR, 2006.
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