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miércoles, 28 de noviembre de 2012

BREVE HISTORIA ALMADEN III


A raíz de la invasión napoleónica de la Península Ibérica en 1808, el Estado 
va a atravesar un periodo de crisis profunda que se prolongará más allá del final de la 
Guerra de la Independencia y del acceso al trono de Fernando VII. Dicha crisis va a 
afectar sobremanera al sector minero, que no comenzará su recuperación hasta varios lustros más tarde: concretamente puede citarse el año 1825 como punto de 
arranque de la mejoría, con la promulgación de una nueva legislación que define y 
regula de manera precisa el patrimonio minero reservado a la Corona, cuya tutela 
administrativa y técnica se va a confiar a un organismo de nueva creación, la Dirección General de Minas. 
En todo caso, si bien ciertos establecimientos mineros controlados por el Estado se verán condenados por completo por los efectos de la Guerra de la Independencia (como las minas de plomo de la sierra de Gádor en Almería, o las de grafito de 
Marbella, en Málaga), y otros sufrirán una paralización casi total de sus actividades, 
con unas consecuencias negativas muy profundas y que se prolongarán durante un 
largo periodo de tiempo (como ocurre con las minas de plomo de Falset en Tarragona, las de Arrayanes en la provincia de Jaén o las de cobre de Riotinto en Huelva), las 
Reales Minas de Almadén van a ser quizá las que mejor superen la “prueba” a la que 
es sometida por el conflicto bélico
. Y es que el establecimiento manchego no sólo no 
sufrirá ningún daño importante por causa de la guerra, sino que va a ser objeto de 
una atención preferente por parte de ambos contendientes: el Gobierno fernandino 
se esforzará, desde su refugio en Cádiz, en hacerle llegar fondos para su sostenimien-to, mientras que los franceses  –que ocupan Almadén desde enero de 1810 hasta 
agosto de 1812– van a permitir que lleguen esos auxilios, además de contribuir ellos 
mismos al mantenimiento de las minas. 
Así, y aunque durante los años centrales de la guerra el establecimiento minero y la población de Almadén sufran una grave falta de recursos (que se va a prolongar más allá de la retirada de las tropas josefinas), la realidad es que a la altura del 
año 1813, sólo unos pocos meses después de su evacuación por parte de la guarnición francesa allí establecida, las Reales Minas de Almadén van a poder retomar su 
actividad de sin excesivas complicaciones y alcanzar rápidamente un nivel de producción que si bien no será tan elevado como el logrado a principios de siglo sí puede 
calificarse de significativo. Y todo ello gracias al óptimo estado que, como hemos 
señalado, había alcanzado el establecimiento justamente en los años previos a la 
invasión napoleónica y a los sacrificios llevados a cabo por sus empleados y mineros 
de Almadén durante el tiempo que se prolongó el conflicto bélico (cuestión sobre la 
que volveremos más detenidamente al hablar de los billetes papel moneda habilitados en las Reales Minas de azogue durante esos difíciles años de nuestra historia). 
Con la independencia de las colonias americanas, ocurrida en los años inmediatamente posteriores a la guerra contra el ocupante francés, se perdió la capacidad de recaudar en aquellos territorios impuestos derivados de la explotación de la 
plata y el oro, por lo que la Corona española pasó a vender el mercurio al máximo 
precio posible en el mercado internacional, a fin de maximizar los ingresos directos 
obtenidos por su venta27
. En todo caso, la situación crítica de la Hacienda Pública 
durante este periodo provocó que las minas de Almadén se hipotecaran, concediéndose el monopolio de la venta del mercurio en un primer momento a la casa Iñigo 
Espeleta, de Burdeos (año 1833), adjudicándose dicha subasta del azogue a partir de 
1835 a la casa Rothschild, con quien se seguiría contratando la comercialización del 
mercurio de Almadén hasta los primeros años del siglo XX. 
Para los inicios de la pasada centuria las minas de Almadén se encuentran 
en un mal estado de conservación, debido a que los esfuerzos se habían dirigido principalmente a satisfacer el deseo constante de producir mineral, aun a costa de descuidar la fortificación. A la vista de ello, deja de arrendarse la contratación a los 
Rothschild y en 1916 se crea un organismo especial para la dirección de las minas, el 
Consejo, bajo cuyo mandato se introducen mejoras técnicas en la explotación. Tras la 
Guerra Civil las minas alcanzan el récord de su producción con 82.000 frascos de 
mercurio (cerca de 3.000 toneladas de mineral, año 1941), en parte logrado por la 
utilización de presos en los trabajos de la mina.

A partir del año 1972 el mercado mundial del mercurio se retrae, coincidiendo con una fuerte recesión económica, lo que supone un importante declive de la 
actividad minera en Almadén, situación que ya no tendrá vuelta atrás. En el año 1982 
se crea la empresa Minas de Almadén y Arrayanes, S.A., con capital perteneciente en 
su totalidad al Estado a través de la Dirección General del Patrimonio. Desde mayo de 
2001 Minas de Almadén se integra en la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI). Debido a su falta de rentabilidad, ese mismo año 2001 dejaron de llevarse a cabo definitivamente labores de extracción de mercurio en las minas de Almadén, tras más de dos mil años de actividad casi ininterrumpida. 

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