1. Si estuvo en la vidriera o al sol, no lo lleves: El aceite de oliva tiene los mismos enemigos que el vino: la luz, el aire y las altas temperaturas. Además, guardalo en un lugar fresco y seco.
2. Virgen extra o nada: si no, NO tendrá todos los beneficios adjudicados al aceite de oliva. Estarás pagando más por un aceite de características similares a otros aceites más económicos (ver nota al final).
3. Que sea procesado en frío: cuando se utiliza mucho calor para obtenerlo, pueden cambiar sus propiedades. La temperatura ideal debe ser de 27ºC o menos. Y cuanto menor, mejor calidad.
4. Prueba 1: Refrigerar el aceite de oliva. Si se solidifica, es de los buenos.
5. Que no tenga mucho más de un año: el tiempo, al contrario que con el vino, sí es enemigo del aceite de oliva.
6. Si es muy económico, no confíes: hacer un aceite de oliva virgen extra no es fácil ni barato. Y aunque puede haber aceites de no muy buena calidad a altos precios, la situación contraria no suele darse.
7. ¡Que no tenga olor ni sabor a aceituna!: aunque no lo creas, esto indica una fabricación defectuosa. En concreto, indica que las aceitunas fueron dejadas al aire libre más de 24hs., comenzando su descomposición (atroje se dice). Recuerda que las aceitunas, cuando están en la planta, no son ni saladas ni blandas como las del frasco… ¿por qué tendría entonces que saber así el aceite de oliva?. Un buen aceite debe oler a hierbas, manzana verde, rúcula…
8. Si es turbio, no lo lleves: el aceite de oliva debe ser nítido y brillante.
9. Que sea envasado en origen: también asegura su calidad, ya que la oxidación no es buena para este aceite.
10. Si te hace toser, ¡al carro!: la mejor prueba que se puede hacer para saber si un aceite de oliva es de buena calidad, es la del picor. Más allá de lo que diga la etiqueta, el buen aceite de oliva produce un hormigueo, un picor desagradable en la garganta que obliga a toser. Es muy similar a la sensación (¡espantosa!) de masticar ibuprofeno.
Ojalá les haya servido como a mí!:
2. Virgen extra o nada: si no, NO tendrá todos los beneficios adjudicados al aceite de oliva. Estarás pagando más por un aceite de características similares a otros aceites más económicos (ver nota al final).
3. Que sea procesado en frío: cuando se utiliza mucho calor para obtenerlo, pueden cambiar sus propiedades. La temperatura ideal debe ser de 27ºC o menos. Y cuanto menor, mejor calidad.
4. Prueba 1: Refrigerar el aceite de oliva. Si se solidifica, es de los buenos.
5. Que no tenga mucho más de un año: el tiempo, al contrario que con el vino, sí es enemigo del aceite de oliva.
6. Si es muy económico, no confíes: hacer un aceite de oliva virgen extra no es fácil ni barato. Y aunque puede haber aceites de no muy buena calidad a altos precios, la situación contraria no suele darse.
7. ¡Que no tenga olor ni sabor a aceituna!: aunque no lo creas, esto indica una fabricación defectuosa. En concreto, indica que las aceitunas fueron dejadas al aire libre más de 24hs., comenzando su descomposición (atroje se dice). Recuerda que las aceitunas, cuando están en la planta, no son ni saladas ni blandas como las del frasco… ¿por qué tendría entonces que saber así el aceite de oliva?. Un buen aceite debe oler a hierbas, manzana verde, rúcula…
8. Si es turbio, no lo lleves: el aceite de oliva debe ser nítido y brillante.
9. Que sea envasado en origen: también asegura su calidad, ya que la oxidación no es buena para este aceite.
10. Si te hace toser, ¡al carro!: la mejor prueba que se puede hacer para saber si un aceite de oliva es de buena calidad, es la del picor. Más allá de lo que diga la etiqueta, el buen aceite de oliva produce un hormigueo, un picor desagradable en la garganta que obliga a toser. Es muy similar a la sensación (¡espantosa!) de masticar ibuprofeno.
Ojalá les haya servido como a mí!:
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