
El lugar de la imagen era la entrada de acceso al búnker situado bajo las entrañas de la ciudad de Berlín, el lugar donde Hitler se había atrincherado y permanecido oculto durante los últimos meses, antes de que tomase la decisión de suicidarse junto a su compañera Eva Braun la tarde del 30 de abril, con la que se había casado la noche anterior.

Una visión desoladora tras haberle prendido fuego los militares alemanes, con la intención de no dejar rastro ni prueba alguna mientras se retiraban de allí.
Los soldados soviéticos también arrasaron con lo poco que había quedado en pie, aparte de arrancar de las paredes todo aquello que podría tener cierto valor para ser vendido en el mercado negro.
Uno de esos elementos fue la enorme águila de bronce que colgaba sobre la puerta de la Cancillería del Tercer Reich.

Cualquier pista, rastro o documento podría ser de vital importancia y tener un valor incalculable.
Buscaban pruebas de dónde podría encontrarse el cuerpo sin vida de Adolf Hitler, pero todo parecía indicar que había sido quemado junto al de su esposa en el jardín trasero que había en la cancillería. No quedaba ningún rastro evidente, sin embargo, que demostrase que realmente sus subordinados se deshicieron allí de los cadáveres, tal y como dejó ordenado el Führer.
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