El concepto de depresión mayor es muy utilizado en psiquiatría y hace alusión a un cuadro depresivo de una cierta intensidad y consistencia. Es decir, no se plantean dudas de que lo que el paciente tiene es una depresión, ya que presenta una serie de síntomas que se consideran diagnósticos (la presencia de estos síntomas nos permite hacer el diagnóstico con bastante seguridad, y, por lo tanto, poder pensar en el tratamiento adecuado). Este término no pretende hacer alusión a posibles causas internas (biológicas, por ejemplo) o externas (sociales, por ejemplo). Esto supone, al mismo tiempo, que bajo el término de depresión mayor pueden englobarse problemas muy diferentes, incluyendo casos más leves y casos más graves.
Puede presentarse como un episodio único a lo largo de la vida o más frecuentemente como varios episodios recurrentes. Se habla de trastorno depresivo mayor si además no ha habido ningún episodio maniaco (trastorno del estado de ánimo con euforia, exceso de energía, hiperactividad, desinhibición) intercalado, pues en ese caso estaríamos frente a un trastorno bipolar o maniaco-depresivo. También se puede diferenciar entre episodios melancólicos o no melancólicos y según la presencia o ausencia de síntomas psicóticos, rasgos atípicos o con inicio en el postparto.
El diagnóstico de la depresión mayor es fundamentalmente clínico, basándose en el interrogatorio y la exploración del paciente, teniendo en cuenta las variaciones individuales en la presentación de la depresión.
El término trastorno depresivo mayor indica un episodio depresivo presente al menos durante dos semanas, y que se caracteriza por la presencia diaria de una serie de síntomas, uno de los cuales debe ser un descenso del humor o de la capacidad para experimentar placer. En los niños y adolescentes el estado de ánimo puede ser irritable en lugar de triste. Otros síntomas relevantes son: pérdida de peso; hipersomnia (aumento de la necesidad de sueño) o insomnio (dificultad para conciliar el sueño, despertares frecuentes, despertar una o más horas antes de lo normal), enlentecimiento o agitación psicomotoras; fatiga; ideas de inutilidad o culpa; disminución de la capacidad de pensar o concentrarse; pensamientos recurrentes de muerte. Los síntomas han de mantenerse la mayor parte del día.
A parte de la tristeza pueden aparecer otros estados emocionales como la ansiedad o la irritabilidad, pero secundarios al estado de ánimo.
La intensidad de los síntomas puede ser variable. Puede haber pacientes con una tristeza vital y profunda que afecta a todas las áreas de la vida de relación del sujeto y que manifiestan una imposibilidad absoluta de anticipar o conseguir un cierto placer, mientras que otros pacientes pueden tener menos capacidad de buscar placer pero conservar la capacidad de experimentarlo si la situación es propicia. La persona nota que no tiene ninguna motivación por hacer cosas que antes le divertían o le hacían sentir bien.
A nivel del pensamiento la lentitud y los contenidos de tonalidad negativa marcan la pauta. No son raros los sentimientos de inutilidad o culpa excesivos o inapropiados. El paciente pierde su autoestima y puede expresar ideas sobrevaloradas de inutilidad, hipocondría (temor a padecer enfermedades), desesperanza o ruina. Está pesimista y pierde la ilusión por su entorno o futuro. Puede perder el interés por el cuidado de sí mismo, la propia higiene, por ir bien vestido. El llanto es la expresión de este estado emocional, sin embargo, en ocasiones, el enfermo se queja de no poder llorar.
En los pacientes con un trastorno depresivo mayor nos encontramos con una disminución de la capacidad para pensar o concentrarse o indecisión, incluso puede aparecer una disminución de la atención y quejas de falta de memoria. Estos trastornos serán más evidentes en las depresiones más severas y con mayor trasfondo biológico en comparación con las depresiones mayores con más carga psicosocial. Lo mismo ocurre con las alteraciones de la psicomotricidad (enlentecimiento y torpeza en los movimientos). No es rara la existencia de ideas de suicidio o de pensamientos recurrentes de muerte acompañados de una mayor o menor intencionalidad.
La vida instintiva y los ritmos biológicos pueden estar afectados. Existen alteraciones del sueño en la mayor parte de los cuadros depresivos (insomnio o hipersomnia). También pueden tener síntomas físicos, sobre todo la fatiga o pérdida de energía. Otros síntomas pueden ser las cefaleas, la amenorrea (ausencia de menstruación), la sequedad de boca, el estreñimiento y las palpitaciones.
Todos estos síntomas provocan, además, un malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la vida de relación del sujeto. Una depresión de cierta intensidad puede incapacitar a la persona para continuar haciéndose cargo del cuidado de su casa, para ir al trabajo, para relacionarse con otras personas.
Se ha de descartar que estos síntomas no sean debidos a una enfermedad médica o al consumo de sustancias, o explicados por la presencia de un duelo.
Un episodio depresivo mayor que no sea tratado dura seis o más meses. El inicio y la finalización pueden ser graduales o abruptos. El trastorno depresivo mayor es normalmente recurrente. La probabilidad de un único episodio está bastante por debajo del 50% y una vez que se ha establecido la recurrencia el riesgo de posteriores episodios aumenta a medida que se van produciendo éstos. El patrón de recurrencia es variable y generalmente impredecible. La separación entre episodios puede ser de meses e incluso años.
El trastorno depresivo mayor frecuentemente coexiste con otras patologías psiquiátricas, como son la distimia, el abuso de alcohol o de otras sustancias, los trastornos por ansiedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario